Desde principios de la década del 80 hasta la fecha, la narrativa hecha en el Perú ha dado un salto cualitativo y cuantitativo importante. Es probable que el número de escritores y de títulos publicados supere con creces el de los 50 años anteriores. Dentro de esta producción, que aún se encuentra sin ser revisada de forma sistemática por la crítica, puede apreciarse a primera vista indicios que apuntan a una serie de procesos nuevos y/o de reformulación de los discursos narrativos tradicionales. Estos procesos serían el complejo resultado de la situación político-social nacional e internacional vividos en los últimos 25 años, al que habría que sumar la influencia literario-ideológica de las generaciones de escritores que publican entre los años 50-70. La más destacada sea tal vez la de la denominada Generación del 50, que resulta fundamental para entender el desarrollo y evolución de la narrativa y los narradores que empezarán a publicar a partir de los años 80.
En primer lugar, son ellos quienes comienzan a difundir en sus obras las llamadas Técnicas Narrativas. Y no sólo eso, dos de sus miembros: José Antonio Bravo y Antonio Gálvez Ronceros se hacen cargo del primer Taller de Narración que se crea en la Universidad de San Marcos. A este taller no sólo acuden los alumnos regulares de la Escuela de Literatura, sino también los de otras escuelas y facultades de la misma universidad, de otras universidades y hasta alumnos libres. Pronto, los talleres de narración trascienden el ámbito universitario y diferentes entidades crean uno en el marco de sus actividades culturales. De esta manera, "la técnica de escribir" se difunde y asimila rápidamente; en otras palabras la escritura se "democratiza".
Esta "democratización" lleva, a muchos de los micro-universos en los que se fragmenta la realidad peruana, a narradores en potencia. La cantidad y diversidad de nuevos espacios ficcionales es, con toda seguridad, una de las razones de la abundante producción de estos últimos 25 años. Esta realidad obliga a ofrecer las coordenadas necesarias para entender las características y diversificación de esta producción. Miguel Gutiérrez, Fernando Ampuero, Roberto Reyes Tarazona y Marcel Velázquez serán los encargados de proponerlas
Un grupo de escritores de la Generación del 50, reunidos en torno a la revista Narración, propugnan desde sus páginas un compromiso político del escritor con la dura realidad social que enfrenta el país en esos años. Compromiso que respaldan con su producción. La idea de este compromiso será muy importante cuando a principios de los años 80 se inicié en el Perú el desmoronamiento del sistema democrático y surja una larvada guerra civil de la se cuentan casi 70,000 víctimas. Aparece entonces un discurso narrativo que refleja esta situación política y de violencia. Novelas y cuentos tratan de ficcionar esta realidad y la temática parece, en algunos momentos, dominante frente a otros discursos. Dante Castro, Jorge Benavides, Alonso Cueto, entre muchos centran su producción sobre este tema.
Todo este proceso social no sólo afecta a los narradores que se inician en esos años, sino también a quienes ya lo hacían desde tiempo atrás. Por esta razón, saber si su discurso narrativo sufre o no variaciones es un tema importante a tratar. Eduardo González Viaña, Paul Firbas, Efraín Cristal, Carlos Meneses y Luis Esteban González analizan la producción de Mario Vargas Llosa y otros miembros de esta Generación.
Los del 50 inauguran también la denominada "narrativa urbana" y la aparición de la novela con vocación totalizadora. Mario Vargas Llosa es el mejor ejemplo. La Narrativa Andina, que se pensaba sólida y de un solo discurso narrativo, siguiendo el modelo creado por José María Arguedas, se cuestiona a sí misma y evoluciona en la producción de los nuevos escritores que aparecen a partir de los 80. Óscar Colchado Lucio y Zein Zorrila entre otros. Este cuestionamiento produce, indirectamente, otro proceso interesante: la consolidación de otras narrativas regionales. La región de la costa y la selva del Perú, ajenas al modelo de ficción urbano y andino, poseedoras de un universo diferente empiezan a generar una producción narrativa que aspira a postular un canon diferente a los establecidos. Los trabajos críticos de Ricardo Ayllón sobre la Narrativa de la Costa y los de Ricardo Virhuez Villafane sobre la Narrativa de la Selva ilustran este proceso.
Dentro del amplio universo urbano, y perceptibles de ficcionar, existen "mundos" conformados por tradiciones culturales coexistentes con la predominante y que antes habían estado ausentes de la producción narrativa peruana. Es en los 80 cuando estos "mundos" aparecen -y vistos desde su interior- en las obras de narradores originariamente provenientes de estas culturas. La visión del judío-peruano en las novelas de Isaac Goldenberg o la del sino-peruano en los cuentos de Siu Kam Wen son los primeros e interesantes aportes.
Si consideramos a las Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma como la obra fundacional de la Narrativa Peruana, el género histórico, salvo dos o tres títulos significativos, había permanecido casi inédito. Es con las novelas y el trabajo académico de José Antonio Bravo que este tipo de discurso narrativo vuelve a entroncarse con la tradición. Las novelas de Mario Suárez Simich, Sandro Bussio o Lucía Charún -esta última perteneciente a la cultura afro-peruana- introducen en la producción que se inicia en los 80, el tema histórico como materia de ficción. Y no sólo eso, los trabajos publicados por estos escritores no son en nada ajenos a las características del resto de la narrativa peruana última. Un detalle que ilustra la consolidación del género es que una universidad de Lima auspicia un concurso nacional de Novela Histórica.
Los escritores nacidos entre el 65-75 forman ya un grupo de una obra sólida. Desde perspectivas y visiones diferentes, aunque también influenciados por los escritores del 50, narradores como Javier Arévalo, Iván Tahys, Santiago Roncagliolo y el crítico Carlos García Miranda, discutirán sobre su obra.
Significativo, y mucho, es que en estos últimos 25 años varios poetas han optado por la narrativa de ficción como discurso. Lo que en la tradición literaria del Perú era sólo una anécdota, a partir de los 80 se convierte en un fenómeno cuyo análisis crítico debe poner a descubierto los factores y motivaciones que lo producen. Los títulos publicados por poetas como Rodolfo Hinostroza, Marcos Martos, Róger Santibáñez, Mario Wong o Carmen Ollé apuntan a algunas interesantes hipótesis que Pedro Granados, Sylvia Miranda y Paolo de Lima se encargaran de formular. Otro detalle, Carmen Ollé dirige en Lima un taller de narración.
Consolidado está también el trabajo realizado por las narradoras. A lo largo de estos años su producción ha dejado de considerarse como "hecha por mujeres" para designarse e integrarse al discurso narrativo escogido. Dentro de esta perspectiva, hay trabajos académicos que señalan ciertas particularidades y tendencias de valor significativo que es necesario resaltar. En este sentido, los trabajos críticos de Rocío Ferreira resultan valiosos.
En este contexto, la labor de los editores resulta fundamental, más aún en un país en donde la industria del libro posee características singulares. Y desde estas singularidades, en un conversatorio, las diferentes modalidades de editores peruanos darán a conocer sus experiencias. José Coronado, Juan Damonte, Teófilo Gutiérrez y un representante de la popular Feria del Libro Amazonas (libros de viejo) participan en él.
Los indicios hasta aquí esbozados apuntan a que se hace necesario el análisis del proceso literario seguido por la Narrativa Peruana y el estudio y balance preliminar de la producción de sus narradores. Estas son algunas de las razones que nos motivan a celebrar el I Congreso Internacional "25 años de Narrativa Peruana (1980-2005)".